UNA RESPUESTA A HÉCTOR HUERGO
Huergo…increíble e imperdible
Héctor Huergo, lúcido referente del monolcultivo de soja, con concentración de tierras y rentas |
Nuestro amigo Héctor Huergo, el más célebre y talentoso difusor
del monocultivo inducido, con concentración de tierras y rentas, anda de viaje
por los EEUU. El sábado, este hidalgo e ingenioso defensor de la década del ‘90
y de la agricultura buitre, desde su
atalaya de Clarín Rural, nos acunó con el cuento -madre de todos los cuentos-, en defensa de la
agricultura de rapiña, sin control, ni sociedad, ni Estado. Para Huergo toda
prevención equivale a un obstáculo puesto en el camino de los “nobles” plantadores
de soja concentrados, que se “sacrifican” por la sociedad haciéndose
millonarios. Nos explica que el monocultivo es benigno, que es tan bueno como la gimnasia y más sano
que la compota, así que, muchachos, a sembrar soja hasta en los glaciares, y nada de controles y cuidados, “la salud va y
viene”, lo importante es la soja… sembrar y sembrar. Que aparecieron los tecnófobos (¿dónde
están?, ¿quiénes son?) que usan el discurso de la sustentabilidad para restar
“respetabilidad a la sojización”, de puros alarmistas y desagradecidos.
La verdad que ponerse a defender el monocultivo y atacar a la sustentabilidad, a esta altura de la historia, no es serio y deberíamos ocupar mejor nuestro tiempo (pero el hombre, nos cae simpático y tiene un talento especial… hay que reconocérselo), y más aún, cuando el suplemento rural que él dirige, tiene una cobertura completa del congreso de AAPRESID, que ha sido muy claro respecto de los temas de sustentabilidad y monocultivo, no así en la concentración. En cuanto a las prohibiciones de fumigar -en las zonas periurbanas-, la única discusión que ofrece es la distancia y cómo se hace. En eso no hay demasiados “peros” válidos y representa un avance notable en los dos lados, desde los vecinos que tomaron conciencia de proteger su salud, y desde los productores que lo aceptaron como razonable, ya que prima el interés social de la población, por encima del lucro. Son avances importantísimos, en la conciencia ciudadana, en la preservación de la calidad de vida de nuestras poblaciones rurales, más importantes, infinitamente más importante, que los volúmenes de soja y cosechas que defiende Huergo. Pero, nuestro amigo sigue, nada lo detiene, aunque ya con la pluma un tanto desafilada -por defender lo indefendible-, haciendo una semblanza sobre el desarrollo agrícola, pre siembra directa, nos interroga ¿avanzamos no?... “El actual sistema es ambientalmente más eficiente que el de antes de la soja…”. ¡Chocolate por la noticia! Bueno sería que estemos peor que hace 50 años. Eso no puede, ni debe exhibirse como un logro, no es serio. Es parte del devenir natural del proceso de desarrollo de la humanidad, es banalizar los graves problemas ambientales y de salud que padece nuestro pueblo , y si lo comparamos con hace 100 años siempre vamos a salir ganando, estando mejor… bueno sería, ¡qué sea al revés! Pero ese no es el eje del debate, NI EL PUNTO DE REFERENCIA. Sería absurdo tomar esa referencia para medir los logros ambientales de la actividad. Hay que proyectar respecto de lo que viene y cómo mejoramos lo que hacemos, para toda la población, y no para aumentar las tasas de ganancias de un puñado de megaproductores y empresas vendedoras de insumos y servicios, donde los beneficios y cuidados les lleguen a todos, los que están directamente involucrados en la producción y los que habitan los pueblos -especialmente sus periferias- y no a una pequeña porción, que la más de las veces fumiga y produce donde no vive. Avances hubo, hay y habrá. No sólo en el campo, sino en toda la sociedad y es producto del natural devenir de la humanidad, no de ningún sector “especial” que se pone por encima del resto, con una soberbia que no se condice con la realidad de los hechos, ni ayuda a mejorar la percepción que el conjunto tiene sobre la actividad agropecuaria. Y que haya lógicas prevenciones sobre las fumigaciones no tiene nada que ver con que antes era peor, es un argumento tan ridículo como falaz. AAPRESID -que algo ayudó a sojizar este país, por lo que enemiga del “yuyo”, no es-, el INTA y toda la comunidad científica nacional e internacional, dan respuesta contundente acerca de la necesidad de la sustentabilidad ambiental de la actividad agropecuaria, en general y de la soja, en particular. Es cierto, la soja no tiene la culpa ni es responsable de sus exegetas, no es “delito” sembrarla, ni hizo nada malo. Es el modelo lo que “jode”, el monocultivo, la deforestación, la concentración, las migraciones rurales, las malas prácticas agrícolas, la eliminación de la chacra mixta como unidad ejecutora central, de la actividad agraria. Allí está el problema y es esencialmente, de proporciones. La soja-como todos los cultivos- es inocentes, noble, de eso no hay duda, son los plantadores buitres y la falta de regulación estatal, los auténticos responsables.
La verdad que ponerse a defender el monocultivo y atacar a la sustentabilidad, a esta altura de la historia, no es serio y deberíamos ocupar mejor nuestro tiempo (pero el hombre, nos cae simpático y tiene un talento especial… hay que reconocérselo), y más aún, cuando el suplemento rural que él dirige, tiene una cobertura completa del congreso de AAPRESID, que ha sido muy claro respecto de los temas de sustentabilidad y monocultivo, no así en la concentración. En cuanto a las prohibiciones de fumigar -en las zonas periurbanas-, la única discusión que ofrece es la distancia y cómo se hace. En eso no hay demasiados “peros” válidos y representa un avance notable en los dos lados, desde los vecinos que tomaron conciencia de proteger su salud, y desde los productores que lo aceptaron como razonable, ya que prima el interés social de la población, por encima del lucro. Son avances importantísimos, en la conciencia ciudadana, en la preservación de la calidad de vida de nuestras poblaciones rurales, más importantes, infinitamente más importante, que los volúmenes de soja y cosechas que defiende Huergo. Pero, nuestro amigo sigue, nada lo detiene, aunque ya con la pluma un tanto desafilada -por defender lo indefendible-, haciendo una semblanza sobre el desarrollo agrícola, pre siembra directa, nos interroga ¿avanzamos no?... “El actual sistema es ambientalmente más eficiente que el de antes de la soja…”. ¡Chocolate por la noticia! Bueno sería que estemos peor que hace 50 años. Eso no puede, ni debe exhibirse como un logro, no es serio. Es parte del devenir natural del proceso de desarrollo de la humanidad, es banalizar los graves problemas ambientales y de salud que padece nuestro pueblo , y si lo comparamos con hace 100 años siempre vamos a salir ganando, estando mejor… bueno sería, ¡qué sea al revés! Pero ese no es el eje del debate, NI EL PUNTO DE REFERENCIA. Sería absurdo tomar esa referencia para medir los logros ambientales de la actividad. Hay que proyectar respecto de lo que viene y cómo mejoramos lo que hacemos, para toda la población, y no para aumentar las tasas de ganancias de un puñado de megaproductores y empresas vendedoras de insumos y servicios, donde los beneficios y cuidados les lleguen a todos, los que están directamente involucrados en la producción y los que habitan los pueblos -especialmente sus periferias- y no a una pequeña porción, que la más de las veces fumiga y produce donde no vive. Avances hubo, hay y habrá. No sólo en el campo, sino en toda la sociedad y es producto del natural devenir de la humanidad, no de ningún sector “especial” que se pone por encima del resto, con una soberbia que no se condice con la realidad de los hechos, ni ayuda a mejorar la percepción que el conjunto tiene sobre la actividad agropecuaria. Y que haya lógicas prevenciones sobre las fumigaciones no tiene nada que ver con que antes era peor, es un argumento tan ridículo como falaz. AAPRESID -que algo ayudó a sojizar este país, por lo que enemiga del “yuyo”, no es-, el INTA y toda la comunidad científica nacional e internacional, dan respuesta contundente acerca de la necesidad de la sustentabilidad ambiental de la actividad agropecuaria, en general y de la soja, en particular. Es cierto, la soja no tiene la culpa ni es responsable de sus exegetas, no es “delito” sembrarla, ni hizo nada malo. Es el modelo lo que “jode”, el monocultivo, la deforestación, la concentración, las migraciones rurales, las malas prácticas agrícolas, la eliminación de la chacra mixta como unidad ejecutora central, de la actividad agraria. Allí está el problema y es esencialmente, de proporciones. La soja-como todos los cultivos- es inocentes, noble, de eso no hay duda, son los plantadores buitres y la falta de regulación estatal, los auténticos responsables.
Huergo, en la misma nota, nos describe el paisaje maicero del
medio oeste de los EEUU y se le escapa un detalle fantástico, el de la
intervención regulatoria del Estado norteamericano, que de ser aplicado aquí,
sería -cuanto menos- tildado de comunista, fascista, atentatorio de las libertades republicanas y
de allí, para arriba. Dice que “… y algunos lotes en barbecho (“set at side”),
siguiendo la política oficial de reducir la producción para evitar la acumulación de excedentes de
granos”… Regulación, que pasa olímpicamente
por alto en su análisis. Raro que
él, un auténtico cruzado del liberalismo económico, deje pasar semejante
detalle. Imaginemos lo que diría Huergo
en el suplemento Rural de Clarín, si al Estado argentino se le ocurre reducir
la producción de algún cultivo, de prohibir sembrar una parte de los campos. ¡Dios
mío! ¡Qué cacareo, ¿no?! Y ni hablar de los voceros rentados del neoliberalismo
agrario, clamando contra el intervencionismo estatal, un atentado a la libertad individual, de plantar lo que quiero y se me
antoja. Me imagino algunos libertarios antiestateles, al servicio de los
grandes grupos concentrados, con pancartas DEJEN EN PAZ AL CAMPO, gobierno
comunista, chavista y no sé cuántas anatemas más… La Mesa de Enlace, esa
guardia pretoriana del libre mercado, ya decretaría un paro por tiempo
indefinido… No, mejor…, por tiempo infinito. Ahora, para nuestro simpático
amigo, si lo hace EEUU, no le merece comentario
alguno, y no es ningún atentado a la libertad individual del colono americano, ni a
la libre empresa, ni al desarrollo. Allá está bien, acá está mal.
La posición de Huergo demuestra la tendencia contradictoria egocéntrica y antinacional, del discurso neoliberal
agrario. Van a los EEUU a buscar ejemplos de libre mercado y cero intervenciones,
y se topan con una realidad totalmente distinta, de regulación a cada paso de
la actividad, de mucho conflicto, intra y extra sector. Y por supuesto,
esconden ese debate, esa realidad, no lo ponen en la mesa, nunca dicen dónde,
en que países se aplica ese liberalismo extremo que predican acá. Es el debate agrario, conducido por la lógica
de los que nos venden, nos brindan servicios y sus auxiliares plantadores, de empresas y empresarios, que sólo quieren maximizar volúmenes y
utilidades, sin responsabilidad social, sin importar la salud , ni la sustentabilidad
agroecológica de la actividad agropecuaria y después se preguntan qué hacen
mal para que la gente no los quiera…en lo que dicen y escriben está la mejor
respuesta del repudio popular al modelo y a quienes lo ejecutan, a no ser que
10 mil tipos y un centenar de empresas de servicios, se piensen que son EL
país. Puede ser…, están tan perdidos y sesgados por su egoísmo, que no es
extraño que esta minoría ultramontana, se crea que es el pueblo argentino.