domingo, 8 de septiembre de 2013

UNA RESPUESTA A HÉCTOR HUERGO

Huergo…increíble e imperdible

Héctor Huergo, lúcido referente del monolcultivo de soja,
con concentración de tierras y rentas
  Nuestro amigo Héctor Huergo, el más célebre y talentoso difusor del monocultivo inducido, con concentración de tierras y rentas, anda de viaje por los EEUU. El sábado, este hidalgo e ingenioso defensor de la década del ‘90 y  de la agricultura buitre, desde su atalaya de Clarín Rural, nos acunó con  el cuento -madre  de todos los cuentos-, en defensa de la agricultura de rapiña, sin control, ni sociedad, ni Estado. Para Huergo toda prevención equivale a un obstáculo puesto en el camino de los “nobles” plantadores de soja concentrados, que se “sacrifican” por la sociedad haciéndose millonarios. Nos  explica que el  monocultivo es benigno,  que es tan bueno como la gimnasia y más sano que la compota, así que, muchachos, a sembrar soja hasta en los glaciares, y  nada de controles y cuidados, “la salud va y viene”, lo importante es la soja… sembrar  y sembrar. Que aparecieron los tecnófobos (¿dónde están?, ¿quiénes son?) que usan el discurso de la sustentabilidad para restar “respetabilidad a la sojización”, de puros alarmistas y desagradecidos.
La verdad que ponerse a defender el monocultivo y atacar a la sustentabilidad, a esta altura de la historia, no es serio y deberíamos ocupar mejor nuestro tiempo (pero el hombre, nos cae simpático y  tiene un talento especial… hay que reconocérselo),  y más aún, cuando el suplemento rural que él dirige, tiene una cobertura completa del congreso de AAPRESID, que ha sido muy claro respecto de los temas de  sustentabilidad y  monocultivo, no así en la concentración. En cuanto a las prohibiciones de fumigar -en las zonas periurbanas-, la única  discusión que ofrece es la distancia y cómo se hace. En eso no hay demasiados “peros” válidos y representa un avance notable en los dos lados, desde los vecinos que tomaron conciencia de proteger  su salud, y desde los productores que lo aceptaron como razonable, ya que prima el interés social de la población, por encima del lucro. Son avances importantísimos, en la conciencia ciudadana, en la preservación de  la calidad de vida de nuestras poblaciones rurales, más importantes, infinitamente más importante, que los volúmenes de soja y  cosechas que defiende Huergo. Pero, nuestro amigo sigue, nada lo detiene, aunque ya con la pluma un tanto desafilada -por defender lo indefendible-, haciendo  una semblanza sobre el desarrollo agrícola, pre siembra directa, nos interroga ¿avanzamos no?...  “El actual sistema es ambientalmente más eficiente que el de antes de la soja…”. ¡Chocolate por la noticia! Bueno sería que estemos peor que hace 50 años. Eso no puede, ni debe exhibirse como un logro, no es serio. Es parte del devenir  natural del proceso de desarrollo de la humanidad, es banalizar los graves problemas ambientales y de salud que padece nuestro pueblo , y si lo comparamos con hace 100 años siempre vamos a salir ganando, estando mejor… bueno sería, ¡qué sea al revés! Pero ese no es el  eje del debate, NI EL PUNTO DE REFERENCIA. Sería absurdo tomar esa referencia para medir los logros ambientales de la actividad. Hay que proyectar respecto de lo que viene  y cómo mejoramos lo que hacemos, para  toda la población, y no para aumentar las tasas de ganancias de un puñado de megaproductores y empresas vendedoras de insumos y servicios, donde los beneficios y cuidados les lleguen a todos, los que están directamente involucrados en la producción y los que habitan los pueblos -especialmente sus  periferias- y no a una pequeña porción, que la más de las veces fumiga y produce donde no vive. Avances hubo, hay y habrá. No sólo en el campo, sino en toda la sociedad y es producto del natural devenir  de la humanidad, no de ningún sector “especial” que se pone por encima del resto, con una soberbia que no se condice con la realidad de los hechos, ni ayuda a mejorar la percepción que el conjunto tiene sobre la actividad agropecuaria. Y que haya lógicas prevenciones sobre las fumigaciones  no tiene nada que ver con que antes era peor, es un argumento tan ridículo como falaz. AAPRESID -que algo ayudó a sojizar este país, por lo que enemiga del “yuyo”, no es-, el INTA  y toda la comunidad científica nacional e internacional, dan respuesta contundente acerca de la necesidad de la sustentabilidad ambiental de la actividad agropecuaria, en general y de la soja, en particular. Es cierto, la soja no tiene la culpa ni es responsable de sus exegetas, no es “delito” sembrarla, ni hizo nada malo. Es el modelo lo que “jode”, el monocultivo, la  deforestación, la  concentración,  las migraciones rurales, las  malas prácticas agrícolas, la eliminación de la chacra mixta como unidad ejecutora central, de la actividad agraria. Allí está el problema y es esencialmente, de proporciones. La soja-como todos los cultivos- es inocentes, noble, de eso no hay duda, son  los plantadores buitres y la falta de regulación estatal, los auténticos responsables. 
  Huergo, en la misma nota, nos describe el paisaje maicero del medio oeste de los EEUU y se le escapa un detalle fantástico, el de la intervención regulatoria del Estado norteamericano, que de ser aplicado aquí, sería -cuanto menos- tildado de comunista, fascista,  atentatorio de las libertades republicanas y de allí, para arriba. Dice que “… y algunos lotes en barbecho (“set at side”), siguiendo la política oficial de reducir la producción  para evitar la acumulación de excedentes de granos”… Regulación, que pasa olímpicamente  por  alto en su análisis. Raro que él, un auténtico cruzado del liberalismo económico, deje pasar semejante detalle.  Imaginemos lo que diría Huergo en el suplemento Rural de Clarín, si al Estado argentino se le ocurre reducir la producción de algún cultivo, de prohibir sembrar una parte de los campos. ¡Dios mío! ¡Qué cacareo, ¿no?! Y ni hablar de los voceros rentados del neoliberalismo agrario, clamando contra el intervencionismo estatal, un atentado a la libertad individual, de plantar lo que quiero y se me antoja. Me imagino algunos libertarios antiestateles, al servicio de los grandes grupos concentrados, con pancartas DEJEN EN PAZ AL CAMPO, gobierno comunista, chavista y no sé cuántas anatemas más… La Mesa de Enlace, esa guardia pretoriana del libre mercado, ya decretaría un paro por tiempo indefinido… No, mejor…, por tiempo infinito. Ahora, para nuestro simpático amigo,  si lo hace EEUU, no le merece comentario alguno, y  no es ningún atentado a la  libertad individual del colono americano, ni a la libre empresa, ni al desarrollo. Allá está bien, acá está mal.

  La posición de Huergo demuestra la tendencia contradictoria  egocéntrica  y antinacional, del discurso neoliberal agrario. Van a los EEUU a buscar ejemplos de libre mercado y cero intervenciones, y se topan con una realidad totalmente distinta, de regulación a cada paso de la actividad, de mucho conflicto, intra y extra sector. Y por supuesto, esconden ese debate, esa realidad, no lo ponen en la mesa, nunca dicen dónde, en que países se aplica ese liberalismo extremo que predican acá. Es el debate agrario, conducido por la lógica de los que nos venden, nos brindan servicios y sus auxiliares plantadores,  de empresas y empresarios,  que sólo quieren maximizar volúmenes y utilidades, sin responsabilidad social, sin importar la salud , ni la sustentabilidad agroecológica de la actividad agropecuaria y después se preguntan qué hacen mal para que la gente no los quiera…en lo que dicen y escriben está la mejor respuesta del repudio popular al modelo y a quienes lo ejecutan, a no ser que 10 mil tipos y un centenar de empresas de servicios, se piensen que son EL país. Puede ser…, están tan perdidos y sesgados por su egoísmo, que no es extraño que  esta minoría ultramontana,  se crea que es el pueblo argentino.