Según datos
oficiales, en Argentina se produjeron 9.000.000 Tn de trigo. Al año, se
consumen en el mercado interno 5.500.000 tn. Se exportaron -hasta hoy-
alrededor de 1. 000.000 tn. Esto significa que quedan 7.500.000tn para el consumo
del año (hay q descontar semillas, etc.). Cuánto se molió hasta ahora, no se
conoce. Pero lo que queda está todo en manos de cerealeras y grandes exportadoras,
varias de ellas y varios molinos, integrados verticalmente; son dueñas de
molinos que hacen harina, o sea que en este momento poseen el grano físico y
abastecen a su propia molienda (sería como tener la máquina de fabricar billetes). Además de
esto, alquilan el campo, siembran el trigo, lo cosechan, lo almacenan, lo
muelen y lo exportan o lo mandan al mercado interno, como harina o en grano
según les convenga. La última campaña triguera fue la de menor área sembrada de los últimos 112 años. Área
sembrada y volumen cosechado son dos
variables que se retroalimentan, pero pueden o no incidir sobre el mínimo
indispensable para el abastecimiento interno, este año pesar de ser muy chica el área sembrada, no
debería faltar el trigo para consumo, aunque sí para la exportación. Muchas
veces, lo poco sembrado se compensa con buen rinde y viceversa.
Por lo tanto, Trigo
hay…poco, pero hay. Y no está en manos de los productores, sino con estos
precios ya hubieran vendido todo. Lo que queda está en manos de las mencionadas
cerealeras y molinos, los grandes
ganadores de esta etapa, que están
triplicando sus utilidades… y le hacen pagar un costo político al gobierno, no porque
no hayan ganado suficiente dinero (se llenaron), sino
porque lo que buscan, lo que quieren y añoran, es una política de libre mercado
que les permita maximizar aún más sus ganancias; dada la situación
internacional de alta demanda con altos precios de los alimentos, van por el Estado, no por el gobierno.
Es la integración vertical con concentración monopólica que tanta veces
denunciamos; consecuencia de la errada concepción política, de que a los
MONOPOLIOS SE LOS PUEDE CONDUCIR, EN VEZ DE COMBATIRLOS. Esta idea de armar una
junta de grano privada, o de preferir arreglar con 5 o 6 monopolios, en vez de
tener que hacerlo con muchos actores, es lo que hizo crisis. También, es justo
reconocerlo, se están dando pasos en el sentido inverso, tratando de empoderar
al movimiento cooperativo para que sea un protagonistas más activo de la
política exportadora granaría y de la oferta de harinas en el mercado interno,
cosa que es por demás de loable, aún cuando se haya empezado tarde y muy
tenuemente, pero antes que nada, bienvenida y adelante, hay que ir por más, sabemos que todo lleva tiempo.
El trigo hace varios milenos que es parte de la política
doméstica de los países, pone y saca gobiernos (caso más reciente la primavera
árabe, ver la incidencia del pan en la sublevación popular) y no es para
tomarlo a la ligera. Todo país debe tener una política de abastecimiento
interno, el nuestro con la peculiaridad de que exportamos lo que comemos,
situación que no se da en todos países. Por lo tanto, lo que necesita Argentina
es una política pública. Aquí hay que
hacer una disquisición muy importante: tener una política pública no significa
entregarle la conducción de la política triguera a un grupo de productores,
cerealeras monopólicas o molinos harineros, para que se autogobiernen en su beneficio.
No, todo lo contrario. Significa que el Estado debe estar en el centro de la escena,
conduciendo las variables agronómicas de la nación, en representación de todos
y todas, pues la política triguera es una cuestión de la sociedad, que tiene que ver con la
soberanía y la seguridad alimenticia. Y el sector agropecuario es una parte,
pero no el todo. Aquí, debe opinar y participar el conjunto: los trabajadores -que
son los que sufren la carestía-, los productores, industriales, etc. Esa
política pública debe tener algunos requisitos ineludibles: 1) ser universal,
con cero margen de discrecionalidad personal; 2) trasparente; 3) popular; 4)
debe ser fruto de un profundo debate político que permita sintetizar una alianza
antimonopólica y popular, capaz de unir agricultura de rostro humano, sociedad
urbana y política pública, en el marco del cuidado y conservación de la
soberanía, y seguridad alimentaria de la nación.
Algunas reflexiones política sobre el pan a 20 pesos
Falta harina, no
trigo. Y no es desde la política un análisis teórico, ni menor. No falta
trigo (aunque se sembró poco), falta harina, que viene del trigo, pero no es lo
mismo. Es como confundir a la hija con la madre. Saber qué eslabón de la cadena
se queda con el grueso del precio, es fundamental para detectar dónde está la
falla y los responsables de este aumento desmedido. Tampoco el precio del trigo tiene la
incidencia que le adjudican en el precio del pan (entre un 10 a un 12%) o de
las pasta. Es un componente esencial, pero no el único. Acá, hay vivos colgados
de las dificultades políticas del gobierno, que se la están llevando con la
pala y tienen que ver con las grandes exportadoras y los molinos harineros. No se
debe confundir, ni mezclar responsabilidades de los distintos eslabones de la
cadenas, menos por cuestiones política
de coyuntura, o electorales. Es más profunda “la cosa”, tiene que ver con la
disputa por el Estado y sus políticas, ni el gobierno debe culpar a los
productores, ni los productores -pequeños y medianos- alegrarse porque el pan
esté a $20, impactando de lleno en los sectores populares. Deberían estar los
dos del mismo lado, peleando contra los monopolios que esquilman a nuestro
pueblo y le generan dificultades políticas al gobierno: no pagando a los
productores lo que corresponden, saqueando los bolsillos de los sectores
trabajadores y a las clases medias.
Es un error colgarse del precio de la harina para hacer
política electoral, por lo menos para quienes nos sentimos parte del campo
nacional y popular. Y no nos referimos sólo al partido de gobierno, sino a
amplios sectores que creen en el Estado, en las regulaciones, en la soberanía y
seguridad alimentaria, en un conjunto de ideas antimonopólicas y de
distribución de la riqueza; todas cosas que no son patrimonio excluyente de una
sola cultura política, sino que están en varias, que se identifican con el
progresismo y por supuesto, excluyen a la derecha política, los grupos concentrados,
los grandes productores y las entidades que los representan. Aquí lo que está
en juego es algo más de lo “que queda de trigo”, es quién lo tiene… y quienes
lo tienen apuntan -además de a ganar más, mucho más- a erosionar la
credibilidad del Estado como regulador y ejecutor de políticas públicas, añoran volver al
libre mercado, sin regulaciones de ninguna especie, desean los noventa, el más crudo neoliberalismo
agrario; “volver al mercado” tal cual lo
postula, con todas las letras, Héctor Huergo, el más conocido difusor de
monocultivo inducido con concentración de tierras y rentas, en su artículos de
hoy (6/7/13) en Clarín Rural, titulado “El Gobierno No Quiere Al Trigo” http://www.clarin.com/rural/gobierno-quiere-trigo_0_950905138.html. Por eso, cuando vemos a algunos dirigentes
políticos de derecha, contentos por este fracaso del gobierno en su intento de
regular los mercados, lo entendemos, son
coherentes. Pero cuando dirigentes políticos que hablan desde posiciones que
tienen que ver con el progresismo, o gremialistas agrarios de organizaciones
que representaban los intereses de pequeños y medianos productores, se alegran
por este tropezón, causa una pena muy profunda y la pregunta que nos hacemos frente
a esto es: ¿hasta qué punto una situación coyuntural los lleva nuevamente a ser
tropas de choque de intereses ajenos a
los que dicen representar? Esto bajo ningún punto de vista significa convalidar
la mala praxis de los funcionarios de turno, que por la pésima ejecución de las políticas de intervención del Estado hacen retroceder varios casilleros
a las ideas de regulación estatal, en la disputa cultural con los sectores
reaccionarios. Pero es obligación de las organizaciones gremiales agrarias
progresistas, ver el fondo de la cuestión, no quedarse en la superficie. A no
ser que hayamos cambiado de sujeto de representación y ya no representemos a la
burguesía nacional chacarera, y seamos voceros de grupos económicos que ven a
la actividad agropecuaria sólo ejecutada
por empresas de mediano porte para arriba.
Propuesta
Argentina -los sectores populares- necesitan organizar de
forma urgente, un espacio de ejecución y debate, común, de políticas públicas
agraria. Pero entre nosotros, entre los sectores nacionales y populares, no con
ideas, acciones o sujetos que provienen del neoliberalismo agrario y son funcionales
a la derecha política. Debemos dar
batalla política, cultural y económica, a la corporación de intereses que
juegan en el campo de la derecha neoliberal, la mesa de enlace y los sectores dominantes. Es imperioso, recrear un consenso popular, por una agricultura democrática, entre todos
los que estemos de este lado de la trinchera; discutir un programa agrario de
mínima y comprometernos en su ejecución, enfrentar monopolios
internacionales, mega productores, dirigentes políticos y gremiales entregados,
megaempresas proveedoras de insumos y grandes medios.No es tarea fácil y menos
para ejecutarla divididos, por
contradicciones menores o egos personales... Consenso político, unidad y poder
popular, para ejecutar un programa al servicio de las mayorías populares.