sábado, 6 de julio de 2013

Falta Harina ... pero ¿falta trigo?


  Según datos oficiales, en Argentina se produjeron 9.000.000 Tn de trigo. Al año, se consumen en el mercado interno 5.500.000 tn. Se exportaron -hasta hoy- alrededor de 1. 000.000 tn. Esto significa que quedan 7.500.000tn para el consumo del año (hay q descontar semillas, etc.). Cuánto se molió hasta ahora, no se conoce. Pero lo que queda está todo en manos de cerealeras y grandes exportadoras, varias de ellas y varios molinos, integrados verticalmente; son dueñas de molinos que hacen harina, o sea que en este momento poseen el grano físico y abastecen a su propia molienda (sería como tener  la máquina de fabricar billetes). Además de esto, alquilan el campo, siembran el trigo, lo cosechan, lo almacenan, lo muelen y lo exportan o lo mandan al mercado interno, como harina o en grano según les convenga. La última campaña triguera fue la de  menor área sembrada de los últimos 112 años. Área sembrada y  volumen cosechado son dos variables que se retroalimentan, pero pueden o no incidir sobre el mínimo indispensable para el abastecimiento interno, este año  pesar de ser muy chica el área sembrada, no debería faltar el trigo para consumo, aunque sí para la exportación. Muchas veces, lo poco sembrado se compensa con buen rinde y viceversa.
 Por lo tanto, Trigo hay…poco, pero hay. Y no está en manos de los productores, sino con estos precios ya hubieran vendido todo. Lo que queda está en manos de las mencionadas cerealeras y  molinos, los grandes ganadores de esta  etapa, que están triplicando sus utilidades… y le hacen pagar un costo político al gobierno, no porque no hayan ganado suficiente dinero (se llenaron), sino porque lo que buscan, lo que quieren y añoran, es una política de libre mercado que les permita maximizar aún más sus ganancias; dada la situación internacional de alta demanda con altos precios de los alimentos, van por el Estado, no por el gobierno. Es la integración vertical con concentración monopólica que tanta veces denunciamos; consecuencia de la errada concepción política, de que a los MONOPOLIOS SE LOS PUEDE CONDUCIR, EN VEZ DE COMBATIRLOS. Esta idea de armar una junta de grano privada, o de preferir arreglar con 5 o 6 monopolios, en vez de tener que hacerlo con muchos actores, es lo que hizo crisis. También, es justo reconocerlo, se están dando pasos en el sentido inverso, tratando de empoderar al movimiento cooperativo para que sea un protagonistas más activo de la política exportadora granaría y de la oferta de harinas en el mercado interno, cosa que es por demás de loable, aún cuando se haya empezado tarde y muy tenuemente, pero antes que nada, bienvenida y adelante, hay que ir por más,  sabemos que todo lleva tiempo.
El trigo hace varios milenos que es parte de la política doméstica de los países, pone y saca gobiernos (caso más reciente la primavera árabe, ver la incidencia del pan en la sublevación popular) y no es para tomarlo a la ligera. Todo país debe tener una política de abastecimiento interno, el nuestro con la peculiaridad de que exportamos lo que comemos, situación que no se da en todos países. Por lo tanto, lo que necesita Argentina es una política  pública. Aquí hay que hacer una disquisición muy importante: tener una política pública no significa entregarle la conducción de la política triguera a un grupo de productores, cerealeras monopólicas o molinos harineros, para que se autogobiernen en su beneficio. No, todo lo contrario. Significa que el Estado debe estar en el centro de la escena, conduciendo las variables agronómicas de la nación, en representación de todos y todas, pues la política triguera es una cuestión  de la sociedad, que tiene que ver con la soberanía y la seguridad alimenticia. Y el sector agropecuario es una parte, pero no el todo. Aquí, debe opinar y participar el conjunto: los trabajadores -que son los que sufren la carestía-, los productores, industriales, etc. Esa política pública debe tener algunos requisitos ineludibles: 1) ser universal, con cero margen de discrecionalidad personal; 2) trasparente; 3) popular; 4) debe ser fruto de un profundo debate político que permita sintetizar una alianza antimonopólica y popular, capaz de unir agricultura de rostro humano, sociedad urbana y política pública, en el marco del cuidado y conservación de la soberanía, y seguridad alimentaria de la nación.

Algunas reflexiones política sobre el pan a 20 pesos

 Falta  harina, no  trigo. Y no es desde la política un análisis teórico, ni menor. No falta trigo (aunque se sembró poco), falta harina, que viene del trigo, pero no es lo mismo. Es como confundir a la hija con la madre. Saber qué eslabón de la cadena se queda con el grueso del precio, es fundamental para detectar dónde está la falla y los responsables de este aumento desmedido.  Tampoco el precio del trigo tiene la incidencia que le adjudican en el precio del pan (entre un 10 a un 12%) o de las pasta. Es un componente esencial, pero no el único. Acá, hay vivos colgados de las dificultades políticas del gobierno, que se la están llevando con la pala y tienen que ver con las grandes exportadoras y los molinos harineros. No se debe confundir, ni mezclar responsabilidades de los distintos eslabones de la cadenas, menos  por cuestiones política de coyuntura, o electorales. Es más profunda “la cosa”, tiene que ver con la disputa por el Estado y sus políticas, ni el gobierno debe culpar a los productores, ni los productores -pequeños y medianos- alegrarse porque el pan esté a $20, impactando de lleno en los sectores populares. Deberían estar los dos del mismo lado, peleando contra los monopolios que esquilman a nuestro pueblo y le generan dificultades políticas al gobierno: no pagando a los productores lo que corresponden, saqueando los bolsillos de los sectores trabajadores y a las clases medias.
Es un error colgarse del precio de la harina para hacer política electoral, por lo menos para quienes nos sentimos parte del campo nacional y popular. Y no nos referimos sólo al partido de gobierno, sino a amplios sectores que creen en el Estado, en las regulaciones, en la soberanía y seguridad alimentaria, en un conjunto de ideas antimonopólicas y de distribución de la riqueza; todas cosas que no son patrimonio excluyente de una sola cultura política, sino que están en varias, que se identifican con el progresismo y por supuesto, excluyen a la derecha política, los grupos concentrados, los grandes productores y las entidades que los representan. Aquí lo que está en juego es algo más de lo “que queda de trigo”, es quién lo tiene… y quienes lo tienen apuntan -además de a ganar más, mucho más- a erosionar la credibilidad del Estado como regulador y ejecutor  de políticas públicas, añoran  volver al  libre mercado, sin regulaciones de ninguna especie,  desean  los noventa, el más crudo neoliberalismo agrario; “volver al mercado” tal cual lo postula, con todas las letras, Héctor Huergo, el más conocido difusor de monocultivo inducido con concentración de tierras y rentas, en su artículos de hoy (6/7/13) en Clarín Rural, titulado “El Gobierno No Quiere Al Trigo” http://www.clarin.com/rural/gobierno-quiere-trigo_0_950905138.htmlPor eso, cuando vemos a algunos dirigentes políticos de derecha, contentos por este fracaso del gobierno en su intento de regular los mercados, lo entendemos,  son coherentes. Pero cuando dirigentes políticos que hablan desde posiciones que tienen que ver con el progresismo, o gremialistas agrarios de organizaciones que representaban los intereses de pequeños y medianos productores, se alegran por este tropezón, causa una pena muy profunda y la pregunta que nos hacemos frente a esto es: ¿hasta qué punto una situación coyuntural los lleva nuevamente a ser tropas de choque de intereses  ajenos a los que dicen representar? Esto bajo ningún punto de vista significa convalidar la mala praxis de los funcionarios de turno, que por la pésima ejecución  de las políticas de intervención  del Estado hacen retroceder varios casilleros a las ideas de regulación estatal, en la disputa cultural con los sectores reaccionarios. Pero es obligación de las organizaciones gremiales agrarias progresistas, ver el fondo de la cuestión, no quedarse en la superficie. A no ser que hayamos cambiado de sujeto de representación y ya no representemos a la burguesía nacional chacarera, y seamos voceros de grupos económicos que ven a la actividad agropecuaria sólo  ejecutada por empresas de mediano porte para arriba.

Propuesta


Argentina -los sectores populares- necesitan organizar de forma urgente, un espacio de ejecución y debate, común, de políticas públicas agraria. Pero entre nosotros, entre los sectores nacionales y populares, no con ideas, acciones o sujetos que provienen del neoliberalismo agrario y son funcionales a la derecha política. Debemos  dar batalla política, cultural y económica, a la corporación de intereses que juegan en el campo de la derecha neoliberal,  la mesa de enlace y los sectores dominantes. Es imperioso,  recrear un consenso popular,  por una agricultura democrática, entre todos los que estemos de este lado de la trinchera; discutir un programa agrario de mínima y comprometernos en su ejecución, enfrentar monopolios internacionales, mega productores, dirigentes políticos y gremiales entregados, megaempresas proveedoras de insumos y grandes medios.No es tarea fácil y menos para ejecutarla  divididos, por contradicciones menores o egos personales... Consenso político, unidad y poder popular, para ejecutar un programa al servicio de las mayorías populares.

Cuadro de Stock físico, embarque y Stock teórico, elaborado por Pagina 12, que demuestra lo que estamos diciendo en cuanto que no hay casi trigo en manos de los productores y quienes los tienen y encarecen los precios, son los ganadores absoluto de la etapa....A confesión de parte relevo de pruebas....