Hace una semana atrás -más exactamente el sábado 7 de septiembre-, en el suplemento Clarín Rural, bajo el título de “La responsabilidad de la soja”, Héctor Huergo atacaba -a cara descubierta- el concepto de sustentabilidad y decía “La ‘sustentabilidad’ es el nombre del juego. Todos se llenan la boca con la palabra devenida en mágica. Pero conlleva el regusto amargo de que algo están haciendo mal los productores. Caímos en las fauces de los tecnofoficos”…. Esta semana, en su habitual editorial del mismo suplemento dice... “sustentabilidad, valor agregado, asociativismo. Otro contrato social entre el campo y la ciudad.”… el sábado 7 hace una defensa explicita, del monocultivo y dice... “Acabo de recorrer, como lo hago desde hace 30 años, el corn belt. A nadie se le ocurría plantear el dilema del monocultivo de maíz”…. Y esté sábado dice: “…ACABIO, (se refiere al proyecto de la Asociación de Cooperativas Argentinas) que le va a dar nueva vida al maíz y al sorgo, dos cultivos claves en la rotación agrícola. Sustentabilidad”. En 7 días, en apenas una semana, paso de defender el monocultivo y atacar el concepto de sustentabilidad, a defenderlo. Así es difícil polemizar con este hidalgo y consecuente defensor de la década del ‘90 y gran difusor del monocultivo de soja, con concentración de tierras y rentas. No es que no les asignemos a las personas posibilidad de cambio, ni que lo obliguemos a pensar siempre igual. Para nada. Creemos en la evolución de los hombres y del pensamiento, defendemos el derecho de cambiar; Borges decía: “sólo los tontos piensan siempre igual”. Pero acá, lo que nos llama la atención, lo que no cierra, es la velocidad de la mutación. El pasar de una posición a otra, en menos de una semana, no es serio. Generalmente los cambios ideológicos -o de posturas-, de las personas, que lo hacen desde adentro, frutos de convicciones, que se cocinan lentamente, al compás de observaciones y vivencias tanto empíricas o teóricas, llevan su tiempo, y se elabora, en consecuencia, una autocrítica honesta; llevan rato largo, de reflexión y maduración, para después expresarse en acciones o ideas que den cuenta de la nueva. Siempre claro, si son serias y responden a tribulaciones intelectuales genuinas. Así, tan repentinas, de un momento a otro, suenan a oportunismo, negocio, o tirada de orejas de algún anunciante. Esa es la diferencia entre el periodismo genuino y el lobista. Huergo es un gran lobista, sin dudas, y hace bien su trabajo, pero no es honesto que lo haga encubierto de periodista independiente. Eso está mal…, muy mal. Por eso hay que tomarlo como de quien viene… alguien que nada tiene de periodista de información y mucho de defensa de intereses de empresas que nos venden.
lunes, 16 de septiembre de 2013
Huergo…. Desconcertante.
Hace una semana atrás -más exactamente el sábado 7 de septiembre-, en el suplemento Clarín Rural, bajo el título de “La responsabilidad de la soja”, Héctor Huergo atacaba -a cara descubierta- el concepto de sustentabilidad y decía “La ‘sustentabilidad’ es el nombre del juego. Todos se llenan la boca con la palabra devenida en mágica. Pero conlleva el regusto amargo de que algo están haciendo mal los productores. Caímos en las fauces de los tecnofoficos”…. Esta semana, en su habitual editorial del mismo suplemento dice... “sustentabilidad, valor agregado, asociativismo. Otro contrato social entre el campo y la ciudad.”… el sábado 7 hace una defensa explicita, del monocultivo y dice... “Acabo de recorrer, como lo hago desde hace 30 años, el corn belt. A nadie se le ocurría plantear el dilema del monocultivo de maíz”…. Y esté sábado dice: “…ACABIO, (se refiere al proyecto de la Asociación de Cooperativas Argentinas) que le va a dar nueva vida al maíz y al sorgo, dos cultivos claves en la rotación agrícola. Sustentabilidad”. En 7 días, en apenas una semana, paso de defender el monocultivo y atacar el concepto de sustentabilidad, a defenderlo. Así es difícil polemizar con este hidalgo y consecuente defensor de la década del ‘90 y gran difusor del monocultivo de soja, con concentración de tierras y rentas. No es que no les asignemos a las personas posibilidad de cambio, ni que lo obliguemos a pensar siempre igual. Para nada. Creemos en la evolución de los hombres y del pensamiento, defendemos el derecho de cambiar; Borges decía: “sólo los tontos piensan siempre igual”. Pero acá, lo que nos llama la atención, lo que no cierra, es la velocidad de la mutación. El pasar de una posición a otra, en menos de una semana, no es serio. Generalmente los cambios ideológicos -o de posturas-, de las personas, que lo hacen desde adentro, frutos de convicciones, que se cocinan lentamente, al compás de observaciones y vivencias tanto empíricas o teóricas, llevan su tiempo, y se elabora, en consecuencia, una autocrítica honesta; llevan rato largo, de reflexión y maduración, para después expresarse en acciones o ideas que den cuenta de la nueva. Siempre claro, si son serias y responden a tribulaciones intelectuales genuinas. Así, tan repentinas, de un momento a otro, suenan a oportunismo, negocio, o tirada de orejas de algún anunciante. Esa es la diferencia entre el periodismo genuino y el lobista. Huergo es un gran lobista, sin dudas, y hace bien su trabajo, pero no es honesto que lo haga encubierto de periodista independiente. Eso está mal…, muy mal. Por eso hay que tomarlo como de quien viene… alguien que nada tiene de periodista de información y mucho de defensa de intereses de empresas que nos venden.
Hace una semana atrás -más exactamente el sábado 7 de septiembre-, en el suplemento Clarín Rural, bajo el título de “La responsabilidad de la soja”, Héctor Huergo atacaba -a cara descubierta- el concepto de sustentabilidad y decía “La ‘sustentabilidad’ es el nombre del juego. Todos se llenan la boca con la palabra devenida en mágica. Pero conlleva el regusto amargo de que algo están haciendo mal los productores. Caímos en las fauces de los tecnofoficos”…. Esta semana, en su habitual editorial del mismo suplemento dice... “sustentabilidad, valor agregado, asociativismo. Otro contrato social entre el campo y la ciudad.”… el sábado 7 hace una defensa explicita, del monocultivo y dice... “Acabo de recorrer, como lo hago desde hace 30 años, el corn belt. A nadie se le ocurría plantear el dilema del monocultivo de maíz”…. Y esté sábado dice: “…ACABIO, (se refiere al proyecto de la Asociación de Cooperativas Argentinas) que le va a dar nueva vida al maíz y al sorgo, dos cultivos claves en la rotación agrícola. Sustentabilidad”. En 7 días, en apenas una semana, paso de defender el monocultivo y atacar el concepto de sustentabilidad, a defenderlo. Así es difícil polemizar con este hidalgo y consecuente defensor de la década del ‘90 y gran difusor del monocultivo de soja, con concentración de tierras y rentas. No es que no les asignemos a las personas posibilidad de cambio, ni que lo obliguemos a pensar siempre igual. Para nada. Creemos en la evolución de los hombres y del pensamiento, defendemos el derecho de cambiar; Borges decía: “sólo los tontos piensan siempre igual”. Pero acá, lo que nos llama la atención, lo que no cierra, es la velocidad de la mutación. El pasar de una posición a otra, en menos de una semana, no es serio. Generalmente los cambios ideológicos -o de posturas-, de las personas, que lo hacen desde adentro, frutos de convicciones, que se cocinan lentamente, al compás de observaciones y vivencias tanto empíricas o teóricas, llevan su tiempo, y se elabora, en consecuencia, una autocrítica honesta; llevan rato largo, de reflexión y maduración, para después expresarse en acciones o ideas que den cuenta de la nueva. Siempre claro, si son serias y responden a tribulaciones intelectuales genuinas. Así, tan repentinas, de un momento a otro, suenan a oportunismo, negocio, o tirada de orejas de algún anunciante. Esa es la diferencia entre el periodismo genuino y el lobista. Huergo es un gran lobista, sin dudas, y hace bien su trabajo, pero no es honesto que lo haga encubierto de periodista independiente. Eso está mal…, muy mal. Por eso hay que tomarlo como de quien viene… alguien que nada tiene de periodista de información y mucho de defensa de intereses de empresas que nos venden.
miércoles, 11 de septiembre de 2013
Chacra mixta y sociedad
Una
nación no se construye poniendo, sacando o desplazando gente de arriba de su
territorio, de cualquier lugar y forma, sin plan, ni rumbo, todo librado al
capricho -siempre desmesurado- del insaciable liberalismo de mercado. Una
Nación es territorio más sociedad, y sociedad no es la suma individual de
personas, una más otra y otra, y el total da “una sociedad”. ¡NO! Una
sociedad es, aparte de sumar personas, el conjunto de: personas más territorio,
historia en común, modos de producción y relaciones de poder. Todo, con y en
conflicto, no hay sociedad sin disputa, puede y debe, haber consensos
parciales, ya sean temporales o permanentes, de dos o más clase o sectores
sociales, de intereses concomitantes, y sobre la base de esos
intereses comunes, respetados por el conjunto o impuestos al conjunto; ya
sea por el peso del poder económico, o del número que otorga el
voto, que no siempre significa poder, aunque signifique gobierno. Pero
semejante proceso siempre parte del conflicto, la armonía social sin conflicto
es un cuento rosa, recitado por las clases dominantes para estabilizar las
relaciones de producción, en un punto dominante que garantice -esencialmente-
sus tasas de ganancias, con paz social. La armonía, el no
conflicto, el consenso, todo cuento, una falacia que traducida al
lenguaje callejero, vendría a ser algo así como dejarte meter siempre la
mano en el bolsillo, en beneficio de los mismos y por los mismo, sin
quejarte, ni luchar. ¿O acaso cuando el ex subsecretario de economía agraria de
Cavallo, Jorge Ingaramo, dijo que en la Argentina debían desaparecer 200.000
chacras mixtas, para restructurar el agro argentino, al servicio de los grupos
concentrados, lo pensó y lo diseño sobre la base del consenso y el dialogo, o
porque tenía razonabilidad, lo impuso a “sangre y fuego”, lo comunicó, lo
informó y lo ejecutó, gracias al poder que le daba, la confluencia de los
factores económicos dominantes, con los votos como fue la nefasta
etapa de la convertibilidad menemista?
domingo, 8 de septiembre de 2013
UNA RESPUESTA A HÉCTOR HUERGO
Huergo…increíble e imperdible
Héctor Huergo, lúcido referente del monolcultivo de soja, con concentración de tierras y rentas |
Nuestro amigo Héctor Huergo, el más célebre y talentoso difusor
del monocultivo inducido, con concentración de tierras y rentas, anda de viaje
por los EEUU. El sábado, este hidalgo e ingenioso defensor de la década del ‘90
y de la agricultura buitre, desde su
atalaya de Clarín Rural, nos acunó con el cuento -madre de todos los cuentos-, en defensa de la
agricultura de rapiña, sin control, ni sociedad, ni Estado. Para Huergo toda
prevención equivale a un obstáculo puesto en el camino de los “nobles” plantadores
de soja concentrados, que se “sacrifican” por la sociedad haciéndose
millonarios. Nos explica que el monocultivo es benigno, que es tan bueno como la gimnasia y más sano
que la compota, así que, muchachos, a sembrar soja hasta en los glaciares, y nada de controles y cuidados, “la salud va y
viene”, lo importante es la soja… sembrar y sembrar. Que aparecieron los tecnófobos (¿dónde
están?, ¿quiénes son?) que usan el discurso de la sustentabilidad para restar
“respetabilidad a la sojización”, de puros alarmistas y desagradecidos.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)