miércoles, 21 de agosto de 2013

Divagaciones sobre volumen y tamaño… en la actividad agropecuaria


   Al  neoliberalismo le  gusta  mucho hablar  de volumen producido y comercializado,  y poco -o nada-  del tamaño de las  explotaciones y de la propiedad de la tierra. Esto directamente lo esconden, lo soslayan, les da pudor mostrar lo grande que son, quieren pasar lo más desapercibido posible. Es la forma de que no se note la concentración  y  les cuenten las costillas. LA CONSTRUCCIÓN DEL VOLUMEN, DE QUÉ MANERA SE HACE, CÓMO Y CON QUIÉN, ES LO QUE DEFINE Y CARACTERIZA UNA POLÍTICA AGROPECUARIA. LA MARCA A FUEGO.
  El volumen, a secas, es un vocablo que fascina a  los analistas agropecuarios  neoliberales, nacionales y extranjeros, y también subyuga  a los responsables de las grandes compañías exportadoras de granos: más volumen significa más cereal, más actividad bursátil, más negocios, más rentabilidad. Para ellos, el volumen es un término de análisis absoluto, por sí solo dice todo, poco importa si ese volumen lo hace  uno, cien, mil o cien mil, es lo mismo, lo importante es que haya y mucho; más hay, más comisiones se cobran.
  Desde el Estado, el volumen también tiene sus miradas y dice mucho de los gobernantes: los  números, cómo y quiénes lo  consiguen. Son una muestra muy  gráfica de la política agraria, si la mirada es sólo fiscal -es decir, de  estricta coyuntura- sobre  el volumen, significa más recaudación, mejor presupuesto, y poco importa los cómo,  los cuántos y los dónde. Es venga la “plata”, después vemos cómo arreglamos el suelo, las migraciones rurales, el desmonte… No interesa. Al igual que todo lo que chorrea, que se denominan con el eufemismo: daños colaterales. Y de colaterales no tienen nada. Son centrales. Dejan secuelas por generaciones. Pero lo que importa es “la bolsa”. Ahora, si quienes gobiernan tiene una mirada de más largo plazo, estratégica, tienen definido un proyecto de país y un plan de gobierno, el volumen es un componente importante -pero no exclusivo, ni excluyente- de los  otros puntos de análisis, que hacen al desarrollo integral y armónico del sector, y del país.
  El volumen siempre tiene un costado positivo, pero no se debe  analizar en forma autónoma, sólo por el número, porque si es de monocultivo es una cosa; si es de concentración y lo hacen pocos productores es otra; si es la suma de miles representa otra; si es volumen, en un  marco de  diversidad productiva, con rostro humano, sin concentración  y con  cuidado ambiental, hay que aplaudir. Volumen y tamaño,  si  bien no son  términos estrictamente  hermafroditas, tampoco son  dicotómicos, van generalmente (no siempre)  hermanados, y los dos se ayudan mutuamente, y aportan diferentes costados que colaboran en   ponerle  precisión al análisis, de   cada situación específica de la producción agraria. En muchos aspectos, el tamaño hace a la forma de conseguir el volumen, aunque no necesariamente se puede y debe asociar al volumen con buenos rindes o mucha productividad. La explotación chica y mediana puede hablar de buenos rindes o alta productividad por hectáreas, pero le cuesta el  volumen, debe  sumar a otras semejantes para llegar a ser importante en cantidad. Lo volumétrico, de qué forma se llega, cómo se consigue,  tiene que ver con el tamaño de la explotación, pocos productores grandes pueden sacar muchos volúmenes, muchos productores chicos pueden obtener alta productividad por hectárea,  pero no volumen. No es esta una disquisición teórica  filosófica, sin sentido, es esencial a la hora de diagramar una política agropecuaria, tener en claro estas definiciones.  Y  es la  parte sustancial de todo el discurso neoliberal agrario, que le adjudica a los volúmenes de producción,  la panacea que cura todos los males  y lo ponen como  una de las causas del hambre en el mundo; situación por demás de perversa, cuando en el mundo más se produce, más hambre hay, plantean  producir más, pero no quieren discutir las distribución de la riqueza, que es la verdadera causa del hambre en el mundo.
  Hablan mucho de volúmenes producidos, sin desagregar tamaño, quiénes lo hicieron, cómo lo hicieron, dónde lo hicieron, sin diferenciar zona, tipo de suelo, si es monocultivo o mixto y sólo a partir de la escala. Sacan conclusiones que no siempre son correctas para quienes vemos a la agricultura como un servicio cuasi público, que necesita rentabilidad  para ser sustentable, a diferencias de  quienes la ven exclusivamente como un negocio, y poco les importa si es sustentable en el tiempo.



Los chacareros siempre aportan al volumen

 Los chacareros siempre producen (no confundir con plantadores de soja), muchísimos se fundieron trabajando, está en el ADN primigenio de los pequeños y medianos productores, la idea de que hay que sembrar, porque la mesa de nuestros compatriotas depende de lo que nosotros producimos. La agricultura buitre de monocultivo y capital financiero, sólo siembra si gana, si no, se va a otro “palo”. Es la diferencia filosófica que hay entre un chacarero, que da la vida por su pedazo de tierra y  conoce hasta la última laguna o pozo, y  un plantador de soja sin arraigo, sin compromiso, cuyo único y excluyente objetivo  es ganar plata, aún a costa de destruir el suelo y todo lo que lo rodea. ¿Saben por qué un chacarero, con chacra mixta  siempre siembra y puede seguir sembrando, aún cuando los mal llamados eficientes, mega productores, o  pools de siembra, se van, porque no es rentable o pierden plata? Ellos se quedan, siempre se quedan… ¿Por qué?... Porque la chacra mixta  es un TODO INTEGRAL,  une vivienda,  producción para consumo y para el mercado,  granos con carnes, sustitución en  la casa de muchas cosas que se ahorran de comprar,  tiene menores costos operativos y de vida, y produce más y mejor que la agricultura concentrada. Cualquiera sea su forma jurídica, une lo cultural, lo productivo, lo ambiental, el arraigo, el empleo. Tiene tantas ventajas que parece mentiras que los gobernantes glorifiquen a los pools y no se percaten de este instrumento tan útil y eficaz que es la chacra mixta. Es cierto, tiene menos glamour que los Grobos o el Tejar, o quizás, no ayuda a convertirse en miembro de la Sociedad Rural. Pero es mucho más eficiente, noble y nacional que todos los nuevos instrumentos que nos quiere vender la concentración económica, para hacernos creer que es bueno para el país que pocos ganen mucho, que esa es la forma de  producir  más,…y que esa riqueza en algún momento se  va a derramar a todos los argentinos. La teoría del derrame  vendría a ser algo así como acostarse debajo de un parral, abrir la boca, y  esperar que caiga una uva, para poder comer, mientras otros -que juntan la uva y la transforman en vino- nos dicen: “tranquilo, sigan esperando, con paciencia y  la boca abierta, que ya se  va a caer una y ahí sí, ¡esa sí  la distribuimos!  Es la famosa teoría del derrame que predica el libre mercado vernáculo. Y cuando la teorizan y lo proponen,  no se sonrojan, “ojo” hay que tener cara para bancar semejantes dislates argumentales. Y  no sólo eso: hacen seminarios, debaten,  se citan y se premian  entre ellos, con una  grandilocuencia, que parece que hubieran descubierto la teoría de la relatividad, no que estuvieran destruyendo ciento de miles de chacras. Y con voz impostada de gravedad nos dicen: “hay que producir más, ser más eficiente y eso sólo se consigue con la escala”. Nos cuentan la historia, como si nos estuviesen haciendo un favor al hacerse millonarios, lo transmiten de una forma tal que pareciera que se sacrifican  y ganan plata, como  una obligación moral y  patriótica… Se hacen ricos por la patria, por nosotros, para que seamos más felices. Y nosotros -que somos ingratos y desagradecidos de tamaño esfuerzo-, no razonamos, no los entendemos, y no los ponemos en el lugar que ellos se merecen… Al lado de San Martin y Belgrano. Quieren que los glorifiquemos como a San Martin y Belgrano, hablan de la segunda revolución de las pampas.  Alguno de ellos propuso cambiar el nombre de Avenida del Libertador por Siembra Directa, no se crean  que invento o exagero. Nada de eso, (ver Artículo Diario la Tierra diciembre del 2005, Grobocopatel y la Avenida de la Siembre Directa. Si no fuesen trágicas semejantes sandeces, moverían a risa, dignas de alguna novela de García Márquez. Pero están a punto liquidar 150 años de colonización agrícola, y no es “joda”. Me pregunto… ¿podemos en Argentina, ser tan giles de comprar semejante buzón y permitir que barran a todo el interior productivo, se hagan millonarios, concentren y despueblen a todo el interior, y encima nos cuelguen el sambenito de inútiles, ineficientes y desagradecidos?

No subestimamos el volumen y seguimos  luchando contra el tamaño

Es importante aclarar-por si no lo quedo- que no subestimamos el volumen, todo lo contrario. Ojalá siempre cosechemos muy bien -nadie siembra para sacar menos o poco- y podamos entre muchos, generar  volumen,  tanto para el consumo interno como para la exportación, que no es lo mismo que entre pocos generen mucho volumen. Ya sea por la combinación de mucho campo y poca  productividad -propio de las década del 50 al 80-, u hoy que con  mucho  o poco campo se obtiene altos rindes por hectárea, nada tiene hoy que ver la alta productividad con el tamaño de la explotación. Para generar  volumen, hoy es  necesario tener alta productividad, para lo cual todo  lo que se invierte en ciencia y técnica es determinante. Ya demostramos (ver capítulo  “Volver hoy es más fácil que en los ochenta”) que el tamaño de la explotación poco tiene que ver con la alta productividad, todo lo contrario, nada mejor que la pequeña y mediana propiedad  agraria para hacer agricultura científica, eficiente, ya que hoy puede acceder a la misma tecnología y conocimientos técnicos, tanto un gran productor como uno pequeño.  Es la propiedad familiar, sin duda, el tamaño ideal para hacer agricultura, de ambiente y precisión, y desde allí aportar al volumen: muchos produciendo mucho. Por eso decimos que, al volumen no lo subestimamos, queremos resignificarlo, que es otra cosa, y ponerlo en su correcta dimensión, porque  no todo volumen representa lo mismo, ni se construye igual.


Salud y cosechas
Pedro Peretti