martes, 25 de noviembre de 2014

Las huellas agrarias en las villas rosarinas

  Leyendo “Socialismo de la Teoría a la Práctica”, las conversaciones de Oscar Beban y
Un cartel por demás de elocuente. Sobran las palabras.
Mucho Capriles y Fundación Libertad y poco Juan B. Justo.
Enrique Llopis con Héctor Cavallero, publicado por Ediciones De Aquí a La Vuelta; el primer intendente socialista de Rosario, nos proporciona un dato que -no por conocido-, deja de sorprender, más en este momento tan triste y crítico para la ciudad: es acerca del origen geográfico, de las migraciones con que se nutren los asentamientos periurbanos de Rosario; y que marcan nítidamente el carácter rural de los mismos. El dato no es nuevo ni agrega más, desde lo conceptual, que el libro de Bernardo Verbistsky “Villa Miseria también es América”, publicado en la década del '50, del siglo pasado…pero esto no es historia, es el hoy, aquí y ahora, lo que todos callan o soslayan. Cavallero lo pone en la superficie, de allí su mérito, porque parece que los movimiento poblaciones que llegan a los cordones periurbanos de las grandes ciudades argentinas hubieren venido de la estratosfera y no del interior profundo agrario de la patria y, además, mensura el problema con actualidad; lo que en la vaguedad de la política santafesina no es poco y nos permite reflexionar sobre la naturaleza de la pobreza y la forma de migrar de lo rural a lo urbano en nuestro pago chico a principio de siglo XXI, y su impacto sobre las grandes urbes provinciales, que es también aplicable a nivel nacional . La desigualdad, que trae aparejada, la concentración económica del monocultivo sojero, es un caldo de cultivo inmejorable, para que crezca ese tremendo flagelo que es el narcotráfico.

Dice Cavallero que en el último estudio que se hizo en Rosario acerca de la realidad poblacional, pudo constatarse que “...el 23% de la gente viene del Chaco, el 22% de Corrientes, el 21% de los departamentos del norte de Santa Fe, el 11% de Entre Ríos, el 3% de otras provincias argentinas y el resto es producto del crecimiento vegetativo”. En el rastro profundo de la pobreza urbana rosarina, se encuentra la huella rural, es un dato inequívoco, que se pretende ocultar o se mal informa, mostrando sólo y exclusivamente su carácter benéfico y benigno, para proteger a los intereses concentrados de la sojización. Pero ese modelo sin mixtura productiva, ni rostro humano es tremendamente depredador y expulsor, nunca se analiza, ni se mide, la otra cara del modelo, la del debe, la de la concentración, los desastres ambientales, la falta de sustentabilidad, la destrucción de los montes, etc. Ésa es la madre de todas las causas, de las migraciones descontroladas: el modelo agrario de monocultivo inducido con concentración de tierras y rentas, que impuso el neoliberalismo, con la mirada cómplice de políticos y dirigentes agrarios. Pobrecita Rosario, la vendían como si fuese casi igual a Barcelona, y… no la habían cambiado, lo que hubiera sido bueno, la habían disfrazado, que es peor y trágico… Tan parecida, a Barcelona la querían, que lo traían al gran Serrat de vez en cuando, para que certificara que a pesar de no estar envasada en origen, era igualita y no había diferencia. Pero Rosario es Rosario, no es sólo El Cairo y extramuros de los bulevares. Una realidad distinta, incontrastable, se levantaba, a simple vista, tan trágicamente imponente, casi imposible de no ver -a no ser, que no se quisiera ver-, dolorosa, marginal, blindada mediáticamente, era la realidad de la realidad, la que se colaba por los ojos, poniendo en falsa escuadra el relato mediatizado, sobón y autoindulgente de mirar para otro lado cuando había que jugar fuerte para controlar y emparejar socialmente, el territorio que se gobernaba. Se medía el progresismo de una gestión sólo por haber abierto una ventana al río, una modesta aspiración, al que abrevaron notorios intelectuales citadinos, pero que igual términó siendo un gran negocio inmobiliario. Sino pregúnteselo al Movimiento Giros, a María Eugenia Bielsa o a Carlos Delfrade, del gusto político que prefieran. Cuantas veces, habremos escuchado en Buenos Aires ¡Qué linda está Rosario! …¿pero Uds. la recorrieron?, ¿qué vieron?, ¿a dónde fueron?... “Fui al río, al centro o al casino”. Ahhh, fue al casino, ¡sí! ...¿y no vio las villas?...¡Sí, eso me llamó la atención! ¿Cómo es eso? Conversación más que habitual en cualquier taxi o evento social capitalino. Pero viniendo de Buenos Aires a Rosario, sólo había que tener algo de espíritu crítico, no demasiado, para ver lo que pasaba allí, a la vista de todos, bordeando el Casino más grande de Latinoamérica, casas de cartón y lata, certificaban visualmente que no era Barcelona… era Rosario. Un Inmenso cartel, enclavado en la zona controlada por la temible “Banda de los Monos”, recibía a los que ingresaban: la Soja no es un yuyo…..vota Hermes Binner. Sobre las ruinas de la pobreza que la sojización expulsaba e impulsaba; destruyendo el territorio que tomaba, y con él, cualquier atisbo de agricultura con rostro humano, con mixtura productiva. ÉL CARTEL SENTABA POSICIÓN. En nombre de la idea más igualadora desde la política que ha creado el genio humano, que es el socialismo, se afirmaba que el modelo de depredación sojera que había inventado el neoliberalismo agrario, para uso y goce exclusivo de las grandes transnacionales de granos, era la meta del progreso y el bienestar, que nos proponía el oficialismo gobernante; para lo cual (y como si esto fuera poco) el bloque de diputados nacionales del Partido Socialista proponía una rebaja de los impuestos que grababan los insumos de la sojización, así se consolidaba aún más el modelo, y se completaba con la adhesión a “la mano invisible del mercado”, para arreglar los desarreglos. ¡Increíble! ¿Será eso lo que llaman SOCIALISMO? Seguro, pero seguro, ¡que NO!
  El desastre estaba implícito ya desde lo visual, no había que hacer ningún esfuerzo intelectual extraordinario para ver el desaguisado que generaba el modelo sojero, que se defendía, y la complicidad municipal y provincial, no era anomia, era parte de un proyecto político, que no quiso ver que sus próceres fundacionales marcaban el camino inverso al del monocultivo y latifundio, sino que iban por la reforma agraria y la chacra mixta. Van mucho a la Fundación Libertad y poco a los libros de Juan B Justo, Palacios y Manuel Ugarte. Cuando le sugerí a un senador Socialista que diera vuelta el cuadro de J B Justo, que precedía su despacho, cuando explicaba las razones de por qué se negaba el gobierno provincial a tomar el control del latifundio de Los Algodonales, -extranjero, flojo de papeles, y con pobladores nativos que reclaman sus derecho- se molestó, pero no me equivoqué, era la certificación práctica de qué visión del problema defendían.
  Neoliberalismo, ausencia de Estado y políticas públicas, sojización, deforestación, concentración, monocultivo, migración rural, asentamiento villero, pobreza, marginación social, narcotráfico, violencia. Si esa no es la secuencia de la catástrofe social rosarina, ¿cuál es? Y si la concentración económica, la libertad de mercados, la ausencia de regulación, la reprimarización de la economía, la nula defensa de la chacra mixta, como unidad ejecutora de la actividad agrícola, no son las causas…¿cuáles son? El cómo resolvamos esta ecuación, nos pondrá de un lado o del otro de la trinchera, o con los sectores populares o con la derecha argentina. Un socialista, no puede votar a Capriles, bancar la sojización, y dejar todo librado a la mano invisible del mercado… No, no por favor, en nombre del socialismo, no… pónganle otro nombre, pero ese no.

En un país normal... los socialistas, son socialistas.




















Salud y cosechas
Pedro Peretti